Parece ser que en la imaginación de algunos profesionales existe un pacto no firmado según el cual, primero, cuando alguien se mete en política tiene prohibido criticar al pueblo, porque también según no se sabe qué tipo de realidad, en el momento en el que profesionalizas tu vocación dejas de ser pueblo. Segundo, y esto es lo más importante, jamás puedes criticar a un periodista, porque los periodistas en nuestra distopía de no-ficción son virginales seres de luz; quimeras de tal pureza y fragilidad que pueden llegar a desvanecerse incluso ante una simple mirada reprobatoria.

Pero esto solo ocurre en su pervertida imaginación, porque hasta en esta distopía, el periodista habitual suele ser un simple mercenario paniaguado y sin los suficientes arrestos como para buscarse la vida en algo un poco más digno y poder dejar de cumplir tan vergonzosa misión. Y debe ser la propia vergüenza la que hace que respondan como una manada de fieras heridas cuando alguien con capacidad de difusión señala la mezquindad de uno de sus miembros. ¿Pero quién o qué os habéis creído que sois?

No, amiguete, el ser periodista o sexador de pollos no te hace inmune a la crítica ni te da derecho de pernada. Tú, siendo periodista o sin serlo, puedes soltar toda tu bilis o la de tu jefe, pero teniendo siempre en cuenta que te puede venir devuelta y con creces. Y es que si algún día tuvisteis inmunidad porque vuestros amos eran los dueños de la imprenta, olvidaos, porque ahora, y hasta que nos la roben, todos tenemos una imprenta, y se os ha jodido el invento.

Señalar al periodista –como al miembro de cualquier otro colectivo o profesión– que sea un ser despreciable, o llamarle por su nombre, es una práctica sanísima y que se tiene que poner de moda, para que algunos empiecen a entender que su libertad es compartida con muchas otras libertades.

Y es que hay que ser muy miserable para dedicar un artículo a humillar a alguien que, caiga mejor o peor y se compartan o no sus convicciones, nunca debería estar en una prisión, y mucho menos de forma preventiva. Así que,  va a tener que acostumbrarse, y sus infinitos guardaespaldas que se vayan quedando con la copla, porque ahora que tenemos claro que les escuece, ya sabemos lo que hay que hacer.

Aquí el origen de la cruzada corporativista:

Se llama @OLFonsecahttps://politica.elpais.com/politica/2017/12/22/actualidad/1513947521_533803.html 

Los menús navideños de Junqueras en prisión: consomé, entrecot y profiteroles

Interior ya ha decidido qué comidas y cenas degustarán el líder de ERC y su compañero Forn durante las próximas fiestas en la cárcel de Estremera.

politica.elpais.com

Y aquí una pequeña muestra de los/as indignadísimos/as “profesionales” (por la parte de las narices):

Pues cuando el fascismo y el Estado señalan a Mònica Terribas no os veo tan cabreados, compañeros.

Creo que te ha llamado sinvergüenza. Y ha borrado el tweet.
Vaya con la educación de la «periodista» de @eldiarioes de @iescolar y @juanlusanchez. Con lo progres que son… pic.twitter.com/bVK9zRWQjy

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Lo de dar un handle en plan “se llama X” acompañado de un enlace, para que al mencionado lo frían huestes de trolls… como hace @gabrielrufian ¿no os parece muy de su apellido? Rufián, cobarde, rastrero.

Yo pensaba que los señalamientos públicos quedaron atrás en la historia. En la parte más oscura… contra los judíos, contra los conversos, contra los árabes, contra los rojos… pero no, Rufián resucita lo peor del ser humano. Y encima en forma de chiste. Puto asco.